jueves, 7 de febrero de 2019

Tótem de papel

Te recreé en papel periódico, 
luego me sentí culpable.
 Pues atesoraba tu representasión inexacta 
y te forzaba a la locura posesiva de la que tanto escapas,
claro, no eres tú,
pero es mi locura,
y mira qué ritual totémico he(mos) triangulado:

Los fines lucrativos me resultaron aborrecibles, así que deseché la opción de inmediato, incluso si el precio fuese en toneladas de oro, o un pacto de inmortalidad para ambos,
y así encontrarnos ocasionalmente,

cada cuatro tres dos años, si te parece.

En segunda exhibirte en museos y galerías era como momificarte, como abandonarte a la engolosinada mirada de sanguijuelas espirituales, una tras otra engullendo tu esencia. Jamás.

A cada opción, venía una reacción de tenerte solo para mí, como figura religiosa a la que se le reza de tanto en tanto en la alcoba.

Pensé en regalarla a alguna amiga que tuviera piedad de mi condición enfermiza, que me permitiera verla de vez en cuando. Pero esas abominaciones menoscaban las mejores confianzas.

Medité un poco sobre ¿qué se hace con el arte? lo que se hace con el arte no se hace contigo, ni siquiera con tu representación.

Lo más honesto era entregartela, pero sabía de antemano tu reacción autodestructiva; un atentado contra ambos, contra mi repulsiva forma de jugar con los fantasmas, y contra parte de tu intimidad expuesta, aún en anonimato.

Entonces traté de invocar tus propios pensamientos, ¿a dónde querría ir ella? y me respondí que a ningún lado. Que no tendrías idea. Pero lo más seguro es que yo no te debía tener conmigo.

Así que se me ocurrió llevarla a algún local donde no sirvieran café, tal vez cerveza, sí, un lugar con penumbra, buena música, y hacer un trato con la dueña del lugar: que vendiera té de limón, para ir seguido, y tomar un té de limón, fumar un cigarrillo, beber una cerveza, y sentir tu presencia, ese ente al que iré a agradecer haberte conocido, ese día que me desprendiste del estado vegetativo, aquella tarde de escuela para nosotros, las cosas lindas que dijiste sobre mí y que me gusta creer como verdad irrefutable, e incluso los varios descartes, porque me ayudaron a entender quién soy y aceptar mi destino.



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