sábado, 18 de junio de 2022

Ventanas

 Siempre vengo a escribir en alta crisis. Hoy vamos a variar. 

Parece que cerrar puertas es realmente difícil, sobretodo por aferrarnos a planes que creemos solo necesitan más tiempo, o más esfuerzo, o más paciencia, o más inversión. Y pasa en todos los aspectos. En el amor, en el trabajo... ¿en qué más podemos planear que no sean esos dos? Bueno, todos los aspectos entonces son solo dos.

Al cerrar dejamos parte de nosotros dentro, y duele. Pensamos en toda la complejidad que nos llevó abrirlas y pareciera un derroche de oportunidades cerrarlas, un fracaso, una tontería. Por lo tanto creemos ser fracasados o tontos. 

A lo mejor si hubiera ido a un psicólogo lo hubiera resuelto más rápido. Fue un mes de azotarme, de apatía, de buscar desesperadamente una salida de emergencia. Vale la pena ir aún así. La pregunta sería, ¿qué tanto de trastorno hay en mi personalidad? se supone que cuando tu calidad de vida está deteriorada por ciertos comportamientos acudes. Tengo anotadas mis ideas y aquello que sé es extraño en mí. Lo último ha sido husmear en mi conducta cuando salía con amigos. A veces parecía tener cierto éxito con alguna chica, pero si no me gustaba mucho perdía el interés, o si me gustaba mucho me desilusionaba algún detalle; el aliento, su sexualidad, que tenía novio (porque con tanto fracaso uno no piensa en el instante, en una noche de placer, si no más bien en la perpetuidad, en conservar el milagro que te hace feliz). En el amor he cerrado infinidad de puertas buscando la perpetuidad. 

Hasta el cansancio el análisis de para qué tipo de relación cuadro, no voy a darle otra vuelta.

El punto es que hay ventanas a las que solo traspasando una puerta podemos acceder, y no sé cuál sea la realidad detrás de esa metáfora. Algunos lo llaman dios, otros metafísica ¿tendrá qué ver con nuestras mentes? pero pasa que esas ventanas no son descubrimientos, si no oportunidades que llegan. A veces en reconocida paranoia imagino toda una conspiración detrás, amigos permitiéndome un poco de su gloria, compartiendo la fortuna. 

Pero ¿y si no hubiera cerrado la puerta del ciclo de mediocridad, aún así las oportunidades hubieran llegado? Ah, es que ese es el asunto. Todo lo que soy, toda la receta que me hace ser quien soy, mi temperamento, mi sensibilidad, mis traumas, mis virtudes y defectos, todo, llegó a su punto culminante. La puerta no era una opción, salir no era una opción. El peso de lo que soy venció la puerta que tenía debajo, la escotilla, el soporte que me mantenía ahí. Y no podía haber sido de otra manera. ¿De qué eran las tablas que componían esa escotilla? De mis compañeros, de la alza de precios, del historial, de pruebas, de clientes y gente que veía en mí una ventana. No podía haber sido de otra manera.

Y quizá por estas ventanas abiertas no podré pasar, quizá todavía no son para mí... sería terrible, pero habría que continuar. Por lo menos hay planes en marcha, aunque ya saben que mis planes no son ninguna llave a la riqueza, en específico al dinero. Así que ahí están las ventanas y yo estoy aquí calculando mi espacio con cautela. 

Quizá todos somos ventanas, pero son nuestras posibilidades las que nos abren, entre más posibilidades más abiertos. Cuando eres grande y quieres entrar por una ventana pequeña eres un abusivo; por eso hay que saber a quien dejamos entrar en nuestras vidas o en nuestros proyectos...  Y hay ventanas que te quieren dentro, que lucen como ese refugio anhelado, ventanas que pueden de un día a otro hacerse de barrotes, ventanas que te llevan a laberintos, ventanas que resultan ser bocas de pozo. Hay que mirar el interior, cerciorarnos que todo concuerde, que nuestra presencia enriquezca y expanda, que exista una puerta por dónde salir, porque cuando creces dentro ya no hay manera de volver por donde entraste. Y eso, ahora lo reflexiono, me pasó. Crecí, y no estoy regresando a ese principio, a ese joven de 28 años un tanto ingenuo que cargaba unos tablones de madera para hacer su mesa bamboleante.

Estoy profundamente agradecido. Esa ventana, la gente que me la puso enfrente, la gente que me permitió entrar, la gente dentro, la gente que me hizo entender (con otra intención), que mi estadía ahí ya no era compatible con mi búsqueda, los amo. A veces ellos fueron el mal ejemplo, o el ejemplo exacto, o me pusieron a prueba. Soy afortunado por ser reflexivo, aunque mis reflexiones desaten todo el peso de quien soy y venzan escotillas y me hagan caer en la oscuridad más corrosiva.