domingo, 23 de enero de 2022

¿De dónde viene este sentimiento de incompatibilidad?

 Quizá sea esta tolerancia a todo, que acoge todas las formas de expresión, pero que no tolera la intolerancia. Y en verdad creo que hay que ser respetuosos con el prójimo, pero en ocasiones algo me desagrada de alguien; una actitud, un tipo de mentalidad, una conducta sexual, el fanatismo, la tolerancia a todo, algún pensamiento mágico que se cuela en las creencias de la mayoría, desde las clases bajas hasta las élites. Y me quiero dar la libertad de expresarlo y de explicar por qué, pero a la vez es como si hubiera una desaprobación general, ya no cuando piensas de manera distinta, sino cuando manifiestas tu desagrado a todo aquello con lo que no te sientes identificado. Es como si estuvieras incitando la violencia desde su etapa más germinal. Aunque parte de aceptar nuestra humanidad es conceder que podemos sentir repugnancia, odio, fastidio e incomodidad ante aquello que en apariencia resulta contrario a nosotros. Y a veces el camino para asimilar al otro es entenderlo, y a veces ni así, porque hay fibras más profundas amenazadas, porque hay estructuras sagradas en juego (entiéndase desde un punto de vista antropológico, no religioso). 

Otra cosa es no traspasar ciertos límites. Evitar caer en criticas superficiales, reconocer si lo que siento es personal, por ejemplo, si de repente hubo un ataque de indirectas (pues así es como manifiestan su desagrado hoy en día), asumirlo personal y tomar medidas para distanciarme de quien me violenta. No emprender acciones para erradicar al otro, ni siquiera tratar de cambiarlo, sobre todo si tienes algún puesto de poder o injerencia política. Y no tomar una postura de superioridad moral, cultural o intelectual. 

Luego pasa que a pesar de tanta tolerancia, existe un código de vida moderna que todos acogen y que margina a quienes no. Si por ejemplo, busco en la vida dejar algo de trascendencia, o cambiar algún fallo del sistema, seré visto como un megalómano. Porque siendo tantos, es ilógico que una sola persona transforme un sistema, aunque solo a unos pocos beneficie dicho sistema, no nos guste dicho sistema, no creamos en dicho sistema... pero como la alternativa conocida resulta igual o peor, preferimos olvidarnos del tema y votar por los menos malos, votar, ser ninguneados, echar la culpa a la clase élite, que asume su rol de villano, sobrepasado en responsabilidades, y disfruta del poder y los privilegios.

El código de vida moderna está hecho para personas que crecieron en familias funcionales, o si no fue así, que lucharon para ser como aquellos que crecieron en familias funcionales. Sin trastornos y sin inseguridades. Un camino académico profesional y laboral que si se logra cursar sin disrupciones sociales te brindará una pareja con quien conformar una familia, techo, estabilidad, o la posibilidad de vivir experiencias de éxito moderno, como viajar por el mundo, conseguir un cuerpo de revista, en cuanto a vestimenta estrenar conjuntos por estación y objetos de estatus: autos, relojes, joyas, mascotas... y compartir todo eso en redes sociales.

Lo único que me afecta realmente de haberme perdido esos logros es la parte de conseguir una pareja. Lo demás no me importa. ¿A qué tipo de pareja potencial aspiro fuera de ese camino? hippies, punks y madres solteras cuyas vidas modernas se han visto truncadas por un hijo no esperado. De las hippies me desagrada lo que hablaba en un principio sobre la tolerancia, de las punks que suelen ser fanáticas de alguna ideología, y solo de las madres solteras me hace un ligero ruido el ser parte de esos hombres que han sido descartados como material reproductivo en su juventud, porque además no me interesa la paternidad, que es lo más irónico, pero el hecho de ni siquiera haber sido considerado como potencial padre de sus hijos hiere mi orgullo masculino, y es una tontería, no hay nada personal, cuando ciertamente pude haber actuado muchas veces como el patán embarazador y me contuve por querer iniciar mi vida sexual con alguien en quien confiara, luego me enamoré de ese proceder y lo adopté como parte de mi sexualidad. Conseguir por lo menos estabilidad económica es mi última esperanza para ser minimamente atractivo como potencial pareja.

Todo el sistema que conforma mi vida cotidiana, enfocada en alcanzar mis metas literarias y artesanales, ha sido un logro para compaginar el adentro (la distimia que merma mi calidad de desarrollo para ser un adulto funcional, mi espiritualidad creadora y mis valores) con el afuera (que es el sistema económico y social) pero que aún así no llega a ser compatible con el código de éxitos de la vida moderna. Yo no funciono fuera de mi propio sistema; caigo en apatía, desidia, abandono, las tareas que me asignan no cuajan con los parámetros de tiempos y extensión esperados, incluso intencionalmente me saboteo, no soy competitivo, la frustración erosiona mi autoestima, porque no soy capaz de conseguir lo que otros sí. Quizá por esto decidí hacer lo que otros no hacen, para ser capaz de conseguir lo que otros no. 

Me he aislado para no ver el camino del éxito moderno, pero teniendo tantos amigos y conocidos que lo transitan, suelo estrellarme con sus modos y costumbres, como un aborigen se estrella con la civilización.