viernes, 13 de julio de 2018

lunes, 9 de julio de 2018

Segundo Prólogo a Entre tus fauces

Estoy determinado a finalizar esta misma noche mi novela. Pensemos en esto como un prólogo. ¿Qué me planteaba al iniciar este proyecto? En primer lugar quería practicar; quería probarme en el género. Me había convencido de que debía escribir una historia obesa con personajes complejos cuando terminara mi bestiario. Ahora, dadas las circunstancias de obsesión compulsiva con que marco los ritmos de mi escritura, debo abandonar tal convicción. Porque si no, nunca la escribiré. Entre tus fauces es un ensayo.
A veces la realidad reafirma mis especulaciones respecto a la manera con que la gente devota se afana en un individuo con aura de santo. Y no se necesita una religión para comprobarlo. La política es un buen ejemplo. Si no se trata de un gran vendedor de ilusiones y promesas de un mejor futuro, la gente se inclina por el sujeto de pureza insondable y rectitud envidiable.
He querido conformar aquí una ciencia ficción que responda a una identidad cultural, lo que dificilmente se logra en un país de marginados; la tecnología poco puede jugar un rol preponderante en tal caso. Es una tecnología que viene casi siempre de fuera, que se arraiga según le convenga. Las crisis de control y dictaduras, las guerras contra el mal uso y funcionamiento de revolucionarios inventos, suceden en el extranjero. Nosotros usamos lo que ellos ya han probado.
Pero suponiendo que hemos crecido en un área, como lo es la genética, ¿no vendría con ello algún desastre medioambiental? Eso lo dejo para la obra obesa. En la presente, como en la próxima y quizás en todas, mi tema favorito es la religión. ¿Cómo, y qué sería del sexo sacralizado? Es lo que Entre tus fauces trata de indagar.
El culto a la inmortalidad tendría que ser el eje de todas las próximas religiones. El humano soñando depositar su conciencia en una lata, en una máquina, que año con año se vuelve más biológica. La evolución entendida como la sublimación de la humanidad. Realidades virtuales diseñadas como paraísos para aquellas personas que han cumplido los más severos códigos éticos. Y la manifestación del desprecio a una era de pasión por lo artificial, en el renacer de doctrinas tribales y el amor a la naturaleza.
Pienso en la novela que sigue. Trata de otro mundo. Literal.
Me he propuesto viajar para completar la experiencia a lo desconocido, aunque no cuento con recursos. ¿Será inmaduro de mi parte un proyecto como este? Suena más a suicidio que a aventura. Con toda la violencia que se agita allá afuera. Podría calcular los días de viaje para saber la cantidad de comida... y de tinta. Todo indica a que mis ideas para ser autosuficiente económicamente son pobres y todavía requieren de ser puestas a prueba en las calles o en donde me dejen. Puedo volver a intentar conseguir empleo, pero ¿cuánto me quedaré en el que consiga? seguro me hartaré pronto... máximo tres meses. De los estudios ni hablar ¿qué diferencia con un empleo mal pagado a con uno bien pagado? ¿la motivación?
El mejor empleo sería uno de medio tiempo, verdadero medio tiempo, es decir, de cuatro horas. El sueldo, suficiente para pagar un techo, Internet, los alimentos y uno que otro lujo cada mes: una salida, ropa, un teléfono, un regalo. Las actividades, diversas. Un ambiente de camaradería.
Sí, buena suerte con eso.
Lo último en lo que he reflexionado acerca de encontrar a alguien por quien quedarme, podría resumirse en que no sucederá. Aceptemoslo, no soy un buen prospecto. Mis metas de vida suenan más a fantasías de un megalómano, aunque las quiera reducir a su mínima expresión. Por ejemplo, dejo de querer cambiar el sistema para comprometerme a ser un ciudadano activo y responsable política y colectivamente ¿para? para cambiar el sistema. No es que me crea tan chingón para lograrlo, sino que he reflexionado acerca del tiempo que tenemos en este universo, que es poco, que además soy un ser consiente y capaz de formular sistemas, con la oportunidad de modificar mi entorno. Sumandole el ser incapaz de adaptarme a este sistema social, y el que por mi manera de ser, o de algún trastorno, no me cuelgo de los placeres y vicios de esta vida (terminan cansándome o frustrándome al sentir que desperdicio mi tiempo). Así que tal compromiso es para mí el verdadero cambio de paradigma al que muchos temen.
Todo el camino que voy construyendo es para objetivos artísticos o espirituales. Así que no puedo hablar de tener mi propia casa algún día, si no es mencionando el azar o el destino. Punto en contra. Sin duda.
Como tampoco puedo ser un casanova dado que me asquea el conquistar, por lo falso que hay que ser y por lo redundante del asunto. O no redundante, sino replicante, del estereotipo de galán. Podré ser el sujeto más aburrido, patético, culero, insípido de las fiestas, pero así es como honestamente soy. Fingir me agota y fastidia.
Claro que tengo virtudes y gestos atractivos como hombre, pero no sirven para una relación estable y a largo plazo.
En fin, a lo que quería llegar es que no veo en mi futuro a alguna chica interesada en estar conmigo. Por lo que debo cambiar mi forma de interactuar con las mujeres que me gustan. Nada de citas, nada de cumplidos, y sobre todo, nada de declaraciones de amor. Tampoco es que haya practicado en gran medida esas tres acciones.
Relaciones al más pobre nivel: de desconocidos. La mierda platónica que no sirve para nada.
Así que será mejor largarme, antes que consumirme y que la palabra frustración se convierta en la palabra que mejor defina mi existencia. Grabada en mi epitafio: Aquí yace Uriel López Delgadillo, una vida frustrada 1988 - 2058
Si han aguantado hasta ahora esta columna de quejas, bien merecen una parte del material inédito que descartaré de la novela:

   Cuando pasé por el cementerio me tropecé con un toro, un animal gigantesco de negro atravesado por torrentes de sangre reseca. Hubo un tiempo en que matar toros era deporte o arte, ahora es ilegal, entonces tendría que haber gente que lo practica ilegalmente por ahí, y este ejemplar había escapado de sus agresores. Seguía alterado. Me veía acercarme a él y ladeaba los cuernos preparando la embestida. Una vez me dijo mi psicólogo, que debía preguntarme por qué los rayos asestan a un mismo árbol más de una vez. Yo tampoco creo en las coincidencias.
    Con eso en mente, me armé de determinación y atravesé por entre las cruces y epitafios a su encuentro. Puse la mente en blanco, y extendí el brazo para acicalarlo, lo miré fijamente a los ojos, lo sujeté con firmeza, y lo llevé detrás de un mausoleo. Traté de controlar su bravura frotando vigorosa y asiduamente. Resoplaba un hálito de agria artificialidad, como si hubiera tragado un montón de plástico y sus viseras lo resguardaran para degradarlo en el futuro.
     La rabia me hacía lagrimar. No le des ese gusto, me decía yo una y otra vez, que el placer no lo consiga sometiéndote a su capricho. Incluso lo detuve cuando quiso apretujarse contra mi busto. Le concedí mirarlo desnudo para acelerar su extenuación. Pensé que en esta última etapa, hasta podría recostarlo en una de las tantas cercas de afiladas estacas oxidadas, y empujarlo suavemente; lento, que se sumergieran en su cuerpo hasta que ya no pudiera desprenderse de estas, que burbujeara sangre de sus fosas nasales y no hiciera más mal a nadie ahí paralizado.
Solo me acomodé el escote, lo observé con asco y lástima, y proseguí mi camino.

    ¿Tomé la decisión correcta? Te planteas las demás posibilidades una vez que ya ha concluido la catástrofe. Estoy bien, pensaba en voz alta, no me hizo nada. No me hizo nada. ¿Qué pasa con todo este martilleo constante en mi cabeza entonces? ser el maldito rayo por una vez en la vida y no el árbol expuesto al castigo climático.

Al final, prefiero terminarla mañana. El sueño me ha vencido.

jueves, 5 de julio de 2018

Si tan solo ella sintiera lo que yo, estas ganas de tenerla cerca de mí, de tocarla, de mirar sus ojos, enervados de cansansio, que sonrien, mi refugio. Si lo sintiera por mí. Y no ser esa alimaña a la que hay que evitar. Ser ese chico que está en su mente cuando va a dormir, cuando piensa en el futuro.