viernes, 25 de noviembre de 2022

Mi primera impresión de Bernardo Soares

Siempre pensé que en Pessoa y su Libro del desasosiego encontraría a un alma afín, y voy avanzando en los devaneos de Bernardo Soares sin un descubrimiento que me haga estrechar su mano como signo de una verdad compartida o una verdad secreta a la que aún no he llegado por mis propios pensamientos. Hay incluso una que otra fricción. Ese Soares se aproxima a mí, pero luego se desvía en el amor a la resignación, o algo parecido, algo que ni siquiera cuaja en resignación porque nunca pasó por la negación, por la lucha o el conflicto de lo establecido, y su diario es tan solo una negociación en que testifica ceder sus aspiraciones a ser o hacer algo más de lo que ya es y hace, y reclama la felicidad del trabajador promedio. Está bien, yo respeto eso, lo respeto en cada uno de mis amigos, quienes han alcanzado ese estado como quien alcanza el nirvana, y respeto también a los que no tuvieron más remedio que ser parte de la gran rueda y que aunque la detestan y reniegan de ella, desprecian aún con más fuerza a quienes tratan de vivir fuera de su maquinaria, quizá a razón de ese odio primordial. 

Respetarlo no me satisface, porque esperaba comunión. La encontré fragmentariamente, sí, yo tampoco creo en dios ni en la humanidad, pero mi duda se ampara en el lado oscuro de la realidad, más cerca de la negación, más cerca del conflicto, más participe al rechazo y a la construcción de algo distinto. Soares cree un poquito en los dos cadáveres. Y sin saberlo entra al culto del dios dinero. En donde las oraciones se resuelven con matemáticas. No goza con los favores más altos de esta religión, sino que se contenta con ser un súbdito leal y rendir pleitesía.     

Su patrón es su guía laboral, y en lo laboral consigue la felicidad espiritual, por tanto, es igualmente su guía espiritual. Hay una especie de sosiego en acatar sus ordenes, pues por orden de eliminación, él terminó siendo la mejor opción en un mundo donde es imposible no ser explotado; podría haber sido uno de esos jefes que acata ordenes de una mesa directiva y cuyas obligaciones pesan como un tronco en llamas, y que por ese temor a ser despedido se comporta déspota e intransigente; podrían ser muchas cosas quienes asumieran ser sus patrones de explotación,; nombra algunos ideales. No sale enumerada la libertad, pero en parte es también esta suya, porque ha elegido esa vida. 

Entonces pensé ¿cómo podría explotarte la libertad? siempre hay más de esta de que disponer, pero está resguardada, para acceder hay que sacrificar otras cosas, cosas valiosas: un empleo, una casa, un hijo, mascotas, lujos, estabilidad, una pareja. Tanto el tiempo como el dinero son el combustible para la libertad. Uno es para disponer de él, el otro para disponer con amplitud. Yo bien puedo agarrar mis cosas e irme de viaje, sin un centavo encima, porque el tiempo está a mi disposición para alejarme de aquí, pero si tuviera un auto, un jet, una avioneta...


¿Y cómo podrías ser explotado por la libertad entonces? Renunciando un poco, cada vez más, a todo aquello que te ata, puede ser algo que amas, puede ser algo que te ha costado mucho conseguir, pero también es generando el suficiente dinero para que tu libertad dure más o alcance mayor potencia. La libertad siempre es más asequible cuanto menos se requiera.

 Yo anhelo poder vivir en diferentes lugares, ser mi propia empresa y no requerir convencer a nadie de mis capacidades o desempeño, equivocarme y solo perder plata sin mayor perjuicio, disponer de mi tiempo para generar dinero o, si quiero, leer, ver el mundial, escribir o simplemente no levantarme de la cama. Hasta ahora he sacrificado mi buena fama (si alguna vez la tuve), mi dignidad y a mis amigos, con quienes no comparto una visión del mundo, no por ello dejo de respetarlos, simplemente terminó la conexión que en nuestra juventud establecimos.