viernes, 10 de agosto de 2018

Punto y aparte

Quedate con tus amigos superficiales, que de ti solo conocen la máscara. Que sus vidas transcurren de un punto a otro sin desbordes pasionales. Un saco de papas tiene más sensibilidad que ellos. Que sus sueños se resumen a terminar una carrera, obtener un trabajo flexible para pasarla bien y ganar dinero.

En fin. Creo que lo que te altera es que conozca tus demonios.

Ahora que finalmente soy libre, con un corazón que ha madurado a fuerza de perdidas y encuentros, la que se interese en mí tendrá un lugar en él para ser amada, valorada y respetada con fidelidad. Porque de lo que significa el amor en mí, conocer, valorar y respetar son leyes intrínsecas. Más esperado será el enamoramiento correspondido, la pasión, la ternura, el descubrimiento de nuestras intimidades, futuro mio, nos encontraremos, aunque sea de viejos.

jueves, 9 de agosto de 2018

Aquel monstruo peligroso

Años y años de hablarnos, de querer vernos, de postergar una relación imposible, pensar cómo sería posible, de compartir confesiones, y de pronto unas palabras, una foto, y te conviertes en lo más repugnante y corrosivo que existe como hombre. Un acosador desalmado que te parten tu madre si te acercas. La realidad es tan inestable. Años y años y en un instante eres el villano. La alimaña sin derecho de replica. ¿Qué puedes sentir tú? Qué importa lo que sientas.

Yo creo que el desembocamiento de mis conjeturas era un cauce al que toda persona con un gramo de astucia podría haber llegado. Es decir: 1. X es la razón de que me aparte de ti. 2. Amo a X, literal. 3.Te comparto la foto de X sin playera.

 Fui un pendejo al vomitar lo que pensaba, pero hubiera sido más pendejo de envenenarme aguardandolo. ¿Qué manera dulce o moderada de decir algo así existe?

Finalmente me reconstruí. De tantas veces uno va adquiriendo habilidad en eso. Rearmar su barquita de personalidad para soportar la realidad. Si había algo entre tú y X ya no tenía importancia, yo sabía que nada entre nosotros era posible. Teníamos sexualidades incompatibles. Cualquier mujer que te llame patético por extrañar el sexo tiene en mente que la gente coge sin conciderar la intimidad, ni la persona. 

No sé qué detestar más: que me sea imposible este follar por follar moderno, o que no encuentre la manera de que mi sexualidad embone. 

miércoles, 1 de agosto de 2018

Revisión favorable

Yo soy un hombre valioso, a pesar de que algunas mujeres no lo vean. A veces yo tampoco lo veo, y me siento patético y esa imagen proyecto.

Hay cosas que me hacen distinto al resto, y hay cosas que me hacen sobresalir de entre los que son como yo. Por ejemplo, soy del tipo sensible, lo que no todos, y de entre los sensibles, tengo talento artístico, aunque me falta mucha técnica, además soy multifacetico, no me conformo con la escritura, sino que me aventuro al dibujo, a la pintura y a la escultura. Luego también sé hacer cajitas de madera.

Incluso en gustos soy peculiar: mis exquisitos fetiches sexuales, mi música, mi entretenimiento, mi forma de vestir, austera y discreta,

No soy un saco sin fondo, me rijo con principios como la honestidad, la sinceridad y la determinación.

Tengo visión, aunque mis metas parezcan imposibles para una sola vida. Pero las metas también determinan mi tamaño de locura o ingenuidad. Lo que no es malo, porque quiere decir que me atrevo a soñar en grande, y la verdad, me encanta planear y tramar estrategias. Así que no es ninguna perdida de tiempo, ni mucho menos un camino fatigoso.

Claro que tengo mis defectos, como lo es el que me abandono regularmente. Tiendo a infravalorarme, o no darme mi lugar, a sobreanalizar mi situación, o a fantasear con lo que se me niega o no encaja en las concecuencias lógicas de mis proyectos personales. Esos son los defectos que me hacen más daño, pero hay otros que solo entorpecen mi día a día: como ponerme de obsesivo, andar de quisquilloso, o volverme huraño.

Otra cosa buena en mí, es que sé reconocer e identificar cuando algo no anda bien conmigo, y que acepto la ayuda de mis amigos, y consigo enderezarme.

Y como me conozco en los muchos aspectos que conforman mi personalidad, puedo saber con facilidad lo que busco y cuando no estoy siendo congruente.

Físicamente tampoco estoy tan mal. Tal vez no tenga un cuerpazo pero tengo la ventaja de no tener ni panza ni lonjas. Solo me falta cuidarme un tanto y no descuidarme otro más. Me gusta mi cabello aunque a veces se pone seco y voluminoso tipo esponja. Me gustan mis ojos. Y me han dicho que tengo una bonita nariz. Creo que mis hombros y espalda son atractivos, y espero algún día conseguir un abdomen bien formado, junto con mis piernas. Estoy satisfecho con mi sexo y de la retaguardia no me quejo porque no la veo. Finalmente los dedos de mis pies son geniales en comparación a otros que he llegado a ver.

Cojeo en lo económico. Esperemos que pronto lo resuelva; sobre todo ahora que el problema de la novela será solamente publicarla; igualmente me he quitado mucha responsabilidad de encima en el proyecto de vida política: he mirado detrás de las cortinas, he asumido una postura nueva, más comoda, sin tanta joda, más de mi habitat; lo mejor es que las vías de venta en el proyecto artesanal se reducen y van determinando el mejor canal. La espinita de saber si este autoempleo funcionará, finalmente va saliendo.

En una relación soy cariñoso, comprensivo y fiel. Aunque también distraido y un poco cruel.

Cuando encuentre a la indicada nos compartiremos en la intimidad, como se comparte un secreto. Y las emociones que corresponden a la complicidad volverán a desbordarme.

viernes, 13 de julio de 2018

lunes, 9 de julio de 2018

Segundo Prólogo a Entre tus fauces

Estoy determinado a finalizar esta misma noche mi novela. Pensemos en esto como un prólogo. ¿Qué me planteaba al iniciar este proyecto? En primer lugar quería practicar; quería probarme en el género. Me había convencido de que debía escribir una historia obesa con personajes complejos cuando terminara mi bestiario. Ahora, dadas las circunstancias de obsesión compulsiva con que marco los ritmos de mi escritura, debo abandonar tal convicción. Porque si no, nunca la escribiré. Entre tus fauces es un ensayo.
A veces la realidad reafirma mis especulaciones respecto a la manera con que la gente devota se afana en un individuo con aura de santo. Y no se necesita una religión para comprobarlo. La política es un buen ejemplo. Si no se trata de un gran vendedor de ilusiones y promesas de un mejor futuro, la gente se inclina por el sujeto de pureza insondable y rectitud envidiable.
He querido conformar aquí una ciencia ficción que responda a una identidad cultural, lo que dificilmente se logra en un país de marginados; la tecnología poco puede jugar un rol preponderante en tal caso. Es una tecnología que viene casi siempre de fuera, que se arraiga según le convenga. Las crisis de control y dictaduras, las guerras contra el mal uso y funcionamiento de revolucionarios inventos, suceden en el extranjero. Nosotros usamos lo que ellos ya han probado.
Pero suponiendo que hemos crecido en un área, como lo es la genética, ¿no vendría con ello algún desastre medioambiental? Eso lo dejo para la obra obesa. En la presente, como en la próxima y quizás en todas, mi tema favorito es la religión. ¿Cómo, y qué sería del sexo sacralizado? Es lo que Entre tus fauces trata de indagar.
El culto a la inmortalidad tendría que ser el eje de todas las próximas religiones. El humano soñando depositar su conciencia en una lata, en una máquina, que año con año se vuelve más biológica. La evolución entendida como la sublimación de la humanidad. Realidades virtuales diseñadas como paraísos para aquellas personas que han cumplido los más severos códigos éticos. Y la manifestación del desprecio a una era de pasión por lo artificial, en el renacer de doctrinas tribales y el amor a la naturaleza.
Pienso en la novela que sigue. Trata de otro mundo. Literal.
Me he propuesto viajar para completar la experiencia a lo desconocido, aunque no cuento con recursos. ¿Será inmaduro de mi parte un proyecto como este? Suena más a suicidio que a aventura. Con toda la violencia que se agita allá afuera. Podría calcular los días de viaje para saber la cantidad de comida... y de tinta. Todo indica a que mis ideas para ser autosuficiente económicamente son pobres y todavía requieren de ser puestas a prueba en las calles o en donde me dejen. Puedo volver a intentar conseguir empleo, pero ¿cuánto me quedaré en el que consiga? seguro me hartaré pronto... máximo tres meses. De los estudios ni hablar ¿qué diferencia con un empleo mal pagado a con uno bien pagado? ¿la motivación?
El mejor empleo sería uno de medio tiempo, verdadero medio tiempo, es decir, de cuatro horas. El sueldo, suficiente para pagar un techo, Internet, los alimentos y uno que otro lujo cada mes: una salida, ropa, un teléfono, un regalo. Las actividades, diversas. Un ambiente de camaradería.
Sí, buena suerte con eso.
Lo último en lo que he reflexionado acerca de encontrar a alguien por quien quedarme, podría resumirse en que no sucederá. Aceptemoslo, no soy un buen prospecto. Mis metas de vida suenan más a fantasías de un megalómano, aunque las quiera reducir a su mínima expresión. Por ejemplo, dejo de querer cambiar el sistema para comprometerme a ser un ciudadano activo y responsable política y colectivamente ¿para? para cambiar el sistema. No es que me crea tan chingón para lograrlo, sino que he reflexionado acerca del tiempo que tenemos en este universo, que es poco, que además soy un ser consiente y capaz de formular sistemas, con la oportunidad de modificar mi entorno. Sumandole el ser incapaz de adaptarme a este sistema social, y el que por mi manera de ser, o de algún trastorno, no me cuelgo de los placeres y vicios de esta vida (terminan cansándome o frustrándome al sentir que desperdicio mi tiempo). Así que tal compromiso es para mí el verdadero cambio de paradigma al que muchos temen.
Todo el camino que voy construyendo es para objetivos artísticos o espirituales. Así que no puedo hablar de tener mi propia casa algún día, si no es mencionando el azar o el destino. Punto en contra. Sin duda.
Como tampoco puedo ser un casanova dado que me asquea el conquistar, por lo falso que hay que ser y por lo redundante del asunto. O no redundante, sino replicante, del estereotipo de galán. Podré ser el sujeto más aburrido, patético, culero, insípido de las fiestas, pero así es como honestamente soy. Fingir me agota y fastidia.
Claro que tengo virtudes y gestos atractivos como hombre, pero no sirven para una relación estable y a largo plazo.
En fin, a lo que quería llegar es que no veo en mi futuro a alguna chica interesada en estar conmigo. Por lo que debo cambiar mi forma de interactuar con las mujeres que me gustan. Nada de citas, nada de cumplidos, y sobre todo, nada de declaraciones de amor. Tampoco es que haya practicado en gran medida esas tres acciones.
Relaciones al más pobre nivel: de desconocidos. La mierda platónica que no sirve para nada.
Así que será mejor largarme, antes que consumirme y que la palabra frustración se convierta en la palabra que mejor defina mi existencia. Grabada en mi epitafio: Aquí yace Uriel López Delgadillo, una vida frustrada 1988 - 2058
Si han aguantado hasta ahora esta columna de quejas, bien merecen una parte del material inédito que descartaré de la novela:

   Cuando pasé por el cementerio me tropecé con un toro, un animal gigantesco de negro atravesado por torrentes de sangre reseca. Hubo un tiempo en que matar toros era deporte o arte, ahora es ilegal, entonces tendría que haber gente que lo practica ilegalmente por ahí, y este ejemplar había escapado de sus agresores. Seguía alterado. Me veía acercarme a él y ladeaba los cuernos preparando la embestida. Una vez me dijo mi psicólogo, que debía preguntarme por qué los rayos asestan a un mismo árbol más de una vez. Yo tampoco creo en las coincidencias.
    Con eso en mente, me armé de determinación y atravesé por entre las cruces y epitafios a su encuentro. Puse la mente en blanco, y extendí el brazo para acicalarlo, lo miré fijamente a los ojos, lo sujeté con firmeza, y lo llevé detrás de un mausoleo. Traté de controlar su bravura frotando vigorosa y asiduamente. Resoplaba un hálito de agria artificialidad, como si hubiera tragado un montón de plástico y sus viseras lo resguardaran para degradarlo en el futuro.
     La rabia me hacía lagrimar. No le des ese gusto, me decía yo una y otra vez, que el placer no lo consiga sometiéndote a su capricho. Incluso lo detuve cuando quiso apretujarse contra mi busto. Le concedí mirarlo desnudo para acelerar su extenuación. Pensé que en esta última etapa, hasta podría recostarlo en una de las tantas cercas de afiladas estacas oxidadas, y empujarlo suavemente; lento, que se sumergieran en su cuerpo hasta que ya no pudiera desprenderse de estas, que burbujeara sangre de sus fosas nasales y no hiciera más mal a nadie ahí paralizado.
Solo me acomodé el escote, lo observé con asco y lástima, y proseguí mi camino.

    ¿Tomé la decisión correcta? Te planteas las demás posibilidades una vez que ya ha concluido la catástrofe. Estoy bien, pensaba en voz alta, no me hizo nada. No me hizo nada. ¿Qué pasa con todo este martilleo constante en mi cabeza entonces? ser el maldito rayo por una vez en la vida y no el árbol expuesto al castigo climático.

Al final, prefiero terminarla mañana. El sueño me ha vencido.

jueves, 5 de julio de 2018

Si tan solo ella sintiera lo que yo, estas ganas de tenerla cerca de mí, de tocarla, de mirar sus ojos, enervados de cansansio, que sonrien, mi refugio. Si lo sintiera por mí. Y no ser esa alimaña a la que hay que evitar. Ser ese chico que está en su mente cuando va a dormir, cuando piensa en el futuro. 

miércoles, 20 de junio de 2018

El agripiano

En el autobús la gente se encapsula en sus pensamientos. La meditación en el transporte público es una práctica común. Es usual mantener tu campo de visión alejado del resto, apartado de cualquier posible malentendido que luego logre complicarse. Y es que cualquier intento de escape resultaría un tanto torpe y bochornoso; es por eso, esencialmente. Sin embargo no sé qué tanto ellos piensan... pero a mí se me hace barbara la forma en la que ellos me miran. Cómo colocan sus ojos discretamente en un punto cercano, para en realidad embarrarme discretamente todo su deseo y frustración. Pero yo los entiendo; hay que distraerse con lo mejor en ese proyectil metálico de fetideces y griteríos.

A mí me pasó el lunes de regreso a casa. Él estaba ensimismado en la orilla de su asiento, y era de esos hombres difíciles de encontrar que llaman la atención por su vórtice poderosisimo de enajenación. Allí estaba, mirando fijamente el borde del respaldo vecino, mientras su acompañante a su izquierda, una mujer madura uniformada, verificaba a cada rato las calles por donde pasábamos a toda velocidad, midiendo su tiempo. Entonces ella se levantó y dejó el lugar vacío. Él volteó con naturalidad y me vio, integrándome súbitamente en ese vórtice del que les hablaba. Por lo demás, me sentía nerviosa. Me senté a su lado.

La luz cálida de dentro le daba en el rostro, y se me antojaba dulce y sereno mientras reflexionaba sus cosas contra el respaldo de enfrente. Entonces le pregunté si era de aquí, le dije, ¿eres de aquí, disculpa?... se me quedó viendo como si no entendiera mis palabras. No contestó al instante, si no que balanceó su cabeza de un lado a otro, estirando sensualmente su grueso cuello de ganso mientras daba con la respuesta. Me dijo, no soy de aquí, vengo buscando a alguien. ¿Como a quién?, pregunté. Su cuello se estiró hacia adelante, luego hacia atrás, y se elevaba de un lado a otro como una serpiente encantada se eleva por el hechizo de la flauta. Desde arriba me contestó, busco una joven de apagado asombro... habló mucho más sobre aquella chica, pero no recuerdo todo, ni creo sea importante decirlo. Recuerdo sólo su voz ronca y varonil viniendo a granel; haciendo que mi sangre se agitara e hinchara mis sensibilidades.

En pocos segundos, su cabeza, como un faro, pendía en las alturas, y su charla, pausada, inteligente, intrigante, me seducía poco a poco, cada vez más...  Luego, ya no pudiendo contener semejante cogote en erecta postura, lo curvó hacía mi, ora cerca, ora lejos; y su voz la percibía también desde distintos ángulos y profundidades, con el tono en que un ciervo brama se me venía.

Mientras conversábamos, su cuello crecía, dilatando sus vertebras a mi alrededor, descansandolas sobre mis hombros, acariciando mi propio pescuezo. Sus labios en mi oído vertían toda su dulzura. De pronto me encontré gimiendo descontrolada a medio camino del orgasmo, casi llegando a mi casa, con un montón de pasajeros mirándome atónitos, sola, sin ningún engendro con cuello de grulla extendiendo su laberinto a mi alrededor. Me levanté abochornada, y torpemente logré bajar.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Ciencia ficción del absurdo

No entiendo cómo es que me resulta tan sencillo generar contextos y vinculos simbólicos, pero cuando tengo que procesar analíticamente los ya generados, me siento abrumado si no llego a asimilarlos del todo, y fastidiado de exponerlos cuando ya los he dominado. No tengo ninguna responsabilidad en compartir mis impresiones, es más, todo lo que yo resuelva seguramente ya ha sido resuelto por alguien, o si no es el caso, así será en algún futuro; vendrá el erudito a descifrar el enigma. 
No hacía falta una introducción pesimista como esta, me disculpo. El absurdo en la literatura estimula mi visión nihilista del comportamiento. 
Tampoco tendría qué recomendar leer una obra tan publicitada como lo es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, quien se deleita con el cyberpunk la tiene como carta referencial. Las películas basadas en la novela de Philip K. Dick son un buen acicate propagandista. 
¿Quieres conocer qué tan diferente es el libro de las películas? No le veo el sentido. Es más emocionante descubrir esas cosas por uno mismo. Estoy tentado a escribirlas ahora solo para estropearte la sorpresa. Igual eres uno de esos seudolectores académicos que necesitan el material digerido y regurgitado para poder trabajar desde ahí. Solo diré que el universo de Blade Runner es mucho más atractivo y exhuberante. Tiene toda la esencia del género: lluvia y luces de neón. 
En la novela hay ingredientes menos estéticos pero más conceptuales. Tenemos por ejemplo, el statu quo social de poseer una vida animal, algo así como una mascota, debido a la escasez de especies y ejemplares en el mundo. Y qué decir de la religión del mercerismo, fundamentada en el mito de Sísifo. 
No he leído el ensayo de Camus, pero supongo que desarrolla este tema para concluir que es un mito existencialista sobre la condición humana. Sísifo tenía por castigo elevar una gran roca a la cima de una cumbre, para cuando casi llegara a este punto, dejarla rodar cuesta abajo, y volver a empezar, una y otra vez, sin fin. Mercer, el actor del mercerismo, es Sísifo, y Sísifo representa a cada hombre y mujer empeñado en sus tareas cotidianas, llevando afanosamente su vida para nada. Mas el hecho de que no haya una meta última a la cual llegar, no quiere decir que deba abandonarse todo esfuerzo, sino que el mismo esfuerzo es la razón para cumplir un papel en la trama histórica de la vida. Nadie escapa a eso. 
Rick Deckard, personaje principal en la novela, podría estar interpretando la vida de Sísifo. Al igual que él, debe aniquilar a viajeros extranjeros ilegales. La empatía que germina en su interior por estos seres de vida artificial, lo empuja a un conflicto moral entre aquello que se supone debe hacer y aquello que sería lo correcto. El mercerismo se deslinda del mal y el bien como meras abstracciones humanas. 
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es muy acorde a nuestro siglo. No porque estemos a punto de crear una generación de androides y formas robóticas que consigan trasponer nuestro concepto de vida. Sino que es la cultura de nuestros tiempos una productora de narcisismo a granel. Y la falta de empatía que muestran los androides en la obra de Philip K. Dick, incluso con los de su propia clase, bien puede compararse a los distintos trastornos que involucran una afectividad achatada: esquizofrenia, narcisismo, sociopatía, psicopatía. Y es aquí cuando la verdadera interrogante se nos antoja compleja.
¿Sería justificado el asesinato de aquellos que son incapaces de establecer una conexión con otras formas de vida? Ellos pueden hacer daño sin que les perjudique en el ánimo o la conciencia. Son un peligro en potencia. Pero la capacidad y posibilidad de agraviar a alguien no es exclusiva de unos cuantos; todos, en menor o mayor medida, tenemos el poder de destruir y las circunstancias pueden orillarnos a ejercerlo.
Por eso es que el mercerismo se convierte en clave de tal distopía. Si todos tenemos el mismo destino, también compartimos un mismo dolor, entonces estamos calificados para fundirnos en torno  a un mismo mito.