miércoles, 23 de mayo de 2018

Ciencia ficción del absurdo

No entiendo cómo es que me resulta tan sencillo generar contextos y vinculos simbólicos, pero cuando tengo que procesar analíticamente los ya generados, me siento abrumado si no llego a asimilarlos del todo, y fastidiado de exponerlos cuando ya los he dominado. No tengo ninguna responsabilidad en compartir mis impresiones, es más, todo lo que yo resuelva seguramente ya ha sido resuelto por alguien, o si no es el caso, así será en algún futuro; vendrá el erudito a descifrar el enigma. 
No hacía falta una introducción pesimista como esta, me disculpo. El absurdo en la literatura estimula mi visión nihilista del comportamiento. 
Tampoco tendría qué recomendar leer una obra tan publicitada como lo es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, quien se deleita con el cyberpunk la tiene como carta referencial. Las películas basadas en la novela de Philip K. Dick son un buen acicate propagandista. 
¿Quieres conocer qué tan diferente es el libro de las películas? No le veo el sentido. Es más emocionante descubrir esas cosas por uno mismo. Estoy tentado a escribirlas ahora solo para estropearte la sorpresa. Igual eres uno de esos seudolectores académicos que necesitan el material digerido y regurgitado para poder trabajar desde ahí. Solo diré que el universo de Blade Runner es mucho más atractivo y exhuberante. Tiene toda la esencia del género: lluvia y luces de neón. 
En la novela hay ingredientes menos estéticos pero más conceptuales. Tenemos por ejemplo, el statu quo social de poseer una vida animal, algo así como una mascota, debido a la escasez de especies y ejemplares en el mundo. Y qué decir de la religión del mercerismo, fundamentada en el mito de Sísifo. 
No he leído el ensayo de Camus, pero supongo que desarrolla este tema para concluir que es un mito existencialista sobre la condición humana. Sísifo tenía por castigo elevar una gran roca a la cima de una cumbre, para cuando casi llegara a este punto, dejarla rodar cuesta abajo, y volver a empezar, una y otra vez, sin fin. Mercer, el actor del mercerismo, es Sísifo, y Sísifo representa a cada hombre y mujer empeñado en sus tareas cotidianas, llevando afanosamente su vida para nada. Mas el hecho de que no haya una meta última a la cual llegar, no quiere decir que deba abandonarse todo esfuerzo, sino que el mismo esfuerzo es la razón para cumplir un papel en la trama histórica de la vida. Nadie escapa a eso. 
Rick Deckard, personaje principal en la novela, podría estar interpretando la vida de Sísifo. Al igual que él, debe aniquilar a viajeros extranjeros ilegales. La empatía que germina en su interior por estos seres de vida artificial, lo empuja a un conflicto moral entre aquello que se supone debe hacer y aquello que sería lo correcto. El mercerismo se deslinda del mal y el bien como meras abstracciones humanas. 
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es muy acorde a nuestro siglo. No porque estemos a punto de crear una generación de androides y formas robóticas que consigan trasponer nuestro concepto de vida. Sino que es la cultura de nuestros tiempos una productora de narcisismo a granel. Y la falta de empatía que muestran los androides en la obra de Philip K. Dick, incluso con los de su propia clase, bien puede compararse a los distintos trastornos que involucran una afectividad achatada: esquizofrenia, narcisismo, sociopatía, psicopatía. Y es aquí cuando la verdadera interrogante se nos antoja compleja.
¿Sería justificado el asesinato de aquellos que son incapaces de establecer una conexión con otras formas de vida? Ellos pueden hacer daño sin que les perjudique en el ánimo o la conciencia. Son un peligro en potencia. Pero la capacidad y posibilidad de agraviar a alguien no es exclusiva de unos cuantos; todos, en menor o mayor medida, tenemos el poder de destruir y las circunstancias pueden orillarnos a ejercerlo.
Por eso es que el mercerismo se convierte en clave de tal distopía. Si todos tenemos el mismo destino, también compartimos un mismo dolor, entonces estamos calificados para fundirnos en torno  a un mismo mito.

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