Les diré algo, eso es justo lo que haré. No voy a relatar mi total estado de anulación, no diré el porqué, no relataré un cuento, voy a callar mis quejas, no pretendo ritmo, ni un poco de armonía. Tengo hambre. Volverá la culpa. Sé. He escrito un tanto de vomito, pero no se los mostraré, no es que sea intimo y vergonzoso, no, más bien se trata de el apego que mi manuscrita tiene por el papel, la tinta no sede a él, y me resulta tan de mal gusto arrebatarla para venir a taquigrafiarla aquí, como una estampa digital. Escucho All the things that go to make Heaven and Earth de The new pornographers, no me gusta, es divertida, pero no podría escucharla otra vez. Ahora es Ingrid Michaelson con Overboard, muy pop. Es extraño que no tenga ganas de desvariar. Hoy me siento disponible, para tolerar curiosidades existenciales de mis camaradas, aunque prefiero no hacerlo. Veré mi correo, no en este momento, pero lo haré. Hoy dejaré de pensar, o mejor dicho, pensaré con falta de dirección, no le veo objeto seguir torturándome. Consideremos esto una carta.
Deseenme suerte.
1 comentario:
Hermano...¿qué clase de carta es? Apagar el cerebro es igual o más saludable que ir a dormir porque en el sueño el alma y la mente viajan y envejecen mientras el cuerpo se preserva...apagar la mente preserva el alma y la mente ya que así no viajan a recónditos recovecos pesadillezcos ni a antros oscuros e irrisorios. Me gusta el desenfado de tu misiva...espero salgamos este fin...tengo una recomendación...si andas por ahí ahora hazmelo saber para comentarte...nos vemos. Salud. ¡Ea!
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