jueves, 10 de marzo de 2022

Una buena razón para ir a terapia

 Una buena razón para ir a terapia es revivir afectivamente. Liberarme. Me cuesta dar afecto. Veo en mi familia una barrera. No es que no los quiera, es que no siento que quieran mi cariño. Cuando era niño lo poco que recibí de afecto me daba mucha felicidad. Pero conforme fui creciendo el afecto que yo demostraba parecía contraproducente. Si de por sí, en mi núcleo familiar es escaso; solo en los cumpleaños nos abrazamos y a veces lo siento más un compromiso que un gesto sincero.

Tengo la fantasía de que encontrando a la mujer indicada encontraré liberarme afectivamente. Ya no me importará que en mi familia me vean como un tímpano de hielo, pues habrá alguien que siempre desee que yo la abrace y acaricie. 

También es todo un problema para mí separar el cariño de lo erótico. Algo me habrán hecho o algo no habré hecho, para desarrollar un límite claro. Mi adolescencia fue un lapso carente de afecto, todo era resolver el morbo que crecía en mi interior. En mi infancia recuerdo algunos episodios de desprecio. Mi tía de un día a otro dejó de sentarme en su regazo; luego a una edad adulta descubrí que era un poco misándrica. Tal vez por eso al enamorarme me siento como un niño, libre de la barrera que se me impuso por haberme transformado en hombre, y por eso creo en el enamoramiento como vehículo de salvación.

Pasó lo mismo con el piojito que me hacía mi prima; entré a la adolescencia y olí diferente, mi cabello también cambió, se volvió rizado y duro. Ahora era un ser repulsivo o para ser más justo y bondadoso, era un ser sin encanto. 

Recuerdo que intenté cambiar el ánimo de la perra de mi tía, irónicamente llamada Dulce, con un abrazo. Supongo que inconscientemente reflejaba mi necesidad. Era un ser que no me lastimaría emocionalmente... bueno, no me lastimó emocionalmente, sino físicamente cuando me mordió la cara y mi experimento no funcionó. Aunque en la juventud repetí el experimento ingenuamente con una musa de pantano. Y poco después de haber sido mordido, en la primaria también intenté acercarme a la niña de mis sueños y fui repelido enérgicamente contra el piso; nos habían colocado juntos en la misma mesa y ella trazó una línea imaginaria que yo desafié juguetonamente. 

Recuerdo que cuando me entrenaban para la primera comunión, había una catequista joven y bonita que me quería mucho y me demostraba afecto. No creo haber estado enamorado de ella, pero mira que hasta de recordarla se me alegra el corazón. Siempre fui consciente que yo no le interesaba, solo me tenía ternura, como se le tiene a un bonito perro. Y es justo porque si hubiera sido algo diferente habría abusado de mí. Terminó el adoctrinamiento y terminó el cariño.

Realmente no recuerdo ningún abuso en mi infancia, solo el abandono afectivo. 

Y ahora en mi vida adulta, mi familia me dice que yo no soy muy cariñoso. De inicio me dio mucha tristeza, luego me dio coraje, porque ellos debieron enseñarme a serlo a no desterrarme de afecto por no cumplir sus parámetros de ternura. Ya quisiera encontrar a aquella mujer que me permita ser el hombre cariñoso que seguramente si soy. La novia que tuve podría saberlo, podría ser juez y emitir un veredicto y entonces estar seguro que encontrar a la indicada me liberará.

Y ahora resuena en mi cabeza "eres el chico más lindo entre mis contactos" y "me gusta tu forma de ser" de mi musa de pantano. Y todo se vuelve a repetir. Nuevamente el abandono. "No te debería importar que te rechacen". La publicación inmediata de lo más lindo que le han dicho, por supuesto que otro tipo y ser tratado como acosador por ir a verla al trabajo para cerrar el ciclo y poder conciliar el sueño. 

Ayer, antes de llegar a la reunión familiar, una mujer, madre soltera, ojos preciosos, cabello oscuro, delgada, a la altura de un beso, me miró como a un hombre atractivo, y eso fue lo mejor del día. Soy afortunado porque una mujer hermosa me miró como a un hombre atractivo y lo atesoraré en mi corazón como una dulce y tierna caricia, aunque claro, caducará.

El afecto que acumulo será para la indicada... a menos que no tenga más opción que intercambiar quien lo acepte por dinero.

Por supuesto, tengo que ver al psicólogo, aunque no quiero que todo se centre en mi trabajo y cómo lo elegí para tener algo seguro, donde no me maltraten y orillen a renunciar por mi forma de ser (desafiante, cuestionadora, reflexiva, distímica, existencialista)  y en dónde poder expresar mi creatividad a mi ritmo y sin condiciones.

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