viernes, 11 de septiembre de 2015

alienación

Llevo en mi sangre 3.460 millones de años de experiencias; aciertos y errores trasmitidos por generaciones; de especie a especie. Aún así, me encuentro indefenso e inadecuado al medio artificial que mis congéneres ya muertos han armado y paradojicamente tampoco sobreviviría sin él. Este sistema y tecnologías encaminadas a facilitarnos la vida también corre la suerte de complicarnosla. Ya he propuesto antes que nos fascina la complejidad, la vida fácil no tiene ningún merito.

John Berger menciona que el propósito primordial del arte desde sus orígenes es el atrapar el instante, y por regla general este arte tiene que comunicar la esencia del instante, no ser simplemente una copia de. No me gustaría hablar del arte actual, pues la barrera cultural de sacralidad que lo protege, sumado a ese acceso de intelecto y sentimiento sublimizado que pareciera ser requerido para abordarlo, me hacen desconfiar en mi criterio, es un enorme peso para mis escuetas energías. Lo cierto es que jamás me he conmovido por un cuadro, a lo máximo he apreciado ciertos colores y formas. Es probable que esta actitud se deba al síntoma de mi generación; la expectación.

La expectación, es decir, el espectáculo, es el medio por el que las personas de nuestro tiempo tratan de mostrarse. No es extraña la palabra bombardeo en plena era de la informática. Nos constituimos a partir de una montaña de imágenes, de vínculos con esa imagenes; uno mismo, o su reflejo constituyen una imagen. Decidimos qué colores nos corresponden y les atribuimos una sustancia, nos decoramos con ellos, para comunicarnos, para compartirnos. Elegimos el tipo de atuendo, limitados claramente por tendencias comunitarias, el estatus, o la disponibilidad. 

Soy todo un espectador. La mayor parte del tiempo estoy apagado, diría que en automático, pero eso no puede ser del todo verdad, en cualquier caso sería un autómata deteriorado. Inmovilizado por periodos enormes, en los que me gustaría dormir por lo menos hasta que las necesidades fisiológicas apremien. 

Se supone que habríamos de implicarnos en la vida, no escapar, no cansarse del juego; reinterpretar. Las imágenes que logran cautivarnos comparten un punto en particular; contienen algo que quisiéramos poseer, no necesariamente algo material, bien puede figurar lo abstracto; juventud, conocimiento, vitalidad, libertad, etcetera. Estamos tan saturados de fantasías y posibilidades, que nos perdemos; de forma inconsciente nos dejan de hablar, se desvanece el dialogo entre objeto y sujeto. Los apetitos no se colman, sino que se pierden.

Heme aquí luchando por hilvanar un texto coherente, y no obtengo mas que un puñado de ideas flotando por ningún lado. 

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