domingo, 3 de agosto de 2014

Segundo día

He resuelto algunos inconvenientes. A la rueda le puse vitacilina y ya no chilla. Del bebedero me he encargado, tras presionar el corcho, tapar la boca de la pipeta, y jalar pipeta y corcho, de alguna forma he conseguido dejarla sin burbujas obstructoras. Pero lo que me temía ha ocurrido; han hecho hoyos por varias esquinas y doblado las hojas de las plantas con su exploración sin sentido. El caos geológico es inevitable. Los olores son débiles y se mezclan con los de la tierra, apenas se perciben a poca distancia de la malla mosquitero que es parte de la cubierta.

Y ya dejando de lado los detalles técnicos, he meditado mientras los observo y pienso que una razón por la que me fascina contemplarlos es porque representan uno de los eslabones más básicos de los mamíferos; siento como una conexión con estas pequeñas figuras, cuando ven que los veo y dejan lo que hacían y no se mueven hasta que deja de importarles, o cuando se juntan a limpiarse en las ramas, o cuando se levantan sobre sus dos patas traseras para echarle un ojo a su alrededor, hay algo; tal vez sea la misma razón por la que me interesaba tanto el asunto feérico. Ya saben, la humanidad diminuta siendo "real"... natural, silvestre, primordial, algo de eso.


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