El acto sexual es superior a la pornografía. En este lo importante es sentir y hacer sentir sin importar lo poco estético que sea. Sentir, hacer sentir y entregarse el uno al otro. Preferir la pornografía sería como preferir el filme de un viaje extraordinario a la experiencia de un verdadero viaje, con todos sus altibajos.
La pornografía es fantasía: situaciones, sonidos, personajes, actitudes, cuerpos... todo es llevado al límite. Es seguro que nunca estaré con una voluptuosa y elegante jefa que me vea como objeto de deseo, o con una ama de casa de culo perfecto y piernas torneadas que me invite a tocarla en la cocina.
Como en todo producto mercadológico, hay géneros y subgéneros, que puedo llegar a amar o detestar. E incluso en ese mundo fabuloso existen rutinas que me parecen aburridas, como el sexo oral, que hasta llevado a la realidad no me provoca mucho; antes aún de saber lo sensible que era en esa área, me parecía aburrido y solía omitir esa parte.
Es seguro que mi percepción de la mujer se ha visto distorsionada a partir de la pornografía. Aunque siempre me han atraído las mujeres dominantes y rudas, luego de la porno se me hizo indispensable que también tuviesen una actitud coqueta.
En cuanto al cuerpo no sé qué tanto he sido influído. Si he restringido mis parámetros o los he expandido. Yo diría que los he expandido. Lo malo es que los he expandido en ese territorio fantástico que es la pornografía. Podría verme de lo más escropuloso y superficial mencionando los detalles, una vivisección completa.
Obviamente siempre busco a mi tipo de mujer en todas mis incursiones, pero ¿qué es lo que llega a fastidiarme en los resultados? Un ejemplo es Rachel Starr, mi modelo favorita, que a pesar de tener esa mirada relajada, divertida y tierna, un trasero bellisimo que sabe mover como ninguna, una voz un poco grave con una delicada flexión aguada al final de sus expresiones, un cuerpo en general trabajado pero sin exceso; a pesar de todo eso, me molestan sus tetas con implantes y piercings en sus pezones. Sí, me molesta el número de modelos guapas con implantes en nalgas y senos, los piercings sin importar el lugar, los labios hinchados como si les hubieran arrojado una piedra en toda la jeta, los tatuajes que cubren grandes superficies de piel... y es que aunque babeo con aquellas figuras de exageradas proporciones, prefiero que se vean lo más comunes y naturales posibles.
Hasta en los cuerpos busco el equilibrio. El cuerpo perfecto no es el que tiene las medidas más equilibradas, sino aquel que compensa la falta de un atributo con otro.
Si nos vamos a la realidad, no hay mucha distorción en cuanto a mis gustos porno. Tres de cada diez no son gordas ni esqueléticas. Nueve no se han modificado y tienen el cabello oscuro. Tal vez una de entre veinte logra tener esa mirada irresistible.
Rachel Starr |